El encanto sencillo

Christian Bobin
Cristina Almodóvar

Imagen del libro "El encanto sencillo"

El encanto sencillo

Christian Bobin
Cristina Almodóvar

El libro de Christian Bobin agarra el corazón de inmediato. La melancolía del romanticismo está aquí ondeando. Pero es una música de cámara infinitamente más discreta. Un amor vislumbrado, una niña que pasa, la tierra prometida del silencio. Hemos llegado. Es increíble poder escribir así para que reine el silencio. Soportamos a todos esos que escriben haciendo ruido con palabras que sólo adornan. “Dios ni pensarlo. Es un palabra llena de viento, rota, puedes ver el vacío a través de ella”. Para vivir, necesitamos la perspectiva quizás de otro amor, y, mientras tanto, esta vida hecha de pequeñas nadas, este rodar de los días: podemos ver el vacío a través de ellos. Un misal. Sin embargo – nunca se ha rezado tan bien desde que Dios ha muerto -, algunos oran al pie de sus recuerdos, por placer, para curar su melancolía y evitar morir.

Información adicional

Genero: Poesía y Arte

ISBN: 978-84-09-16508-7

Editorial: La Cama Sol

Fecha de impresión: 2020

Número de páginas: 128

Medidas: 170 x 240 mm

Christian Bobin y Cristina Almodóvar

Christian Bobin es un poeta francés, europeo, universal, un poeta de la luz, de los días lentos y de las noches rubias. Piensa que uno no puede tener la verdad sino sólo vivirla, que estamos hechos de los que amamos, que el encanto de una persona es ser más libre que su vida, más grande que la muerte. Vive en un pequeño pueblo, apenas viaja a París. Desde allí ha publicado más de cuarenta libros de poesía, que han sido inmensos éxitos. Apenas un puñado han sido publicados al castellano. Este es el sexto que hemos hecho (anteriormente se publicó Un asesino Blanco como la nieve, El Encanto sencillo edición 2018, El hombre alegría, Soberanía del vacío, El Encanto sencillo (nueva edición de 2020 con obra de Cristina Almodóvar), La noche del corazón con Juan Uslé, El otro rostro acompañado por el gran artista Jaume Plensa y Una mujer en ciernes, con la artista Anka Moldovan. Muchos más seguirán. Nos habla del incendio de la vida, del encanto sencillo de ser un hombre alegría. Nos invita a pasear con él, dejándonos por el camino aforismos ciegos, una prosa de profunda intensidad. Para él escribir es dialogar con el silencio: hacer estallar el corazón en mil silencios. Lo que no puede bailar sobre la punta de los labios va a gritar en el fondo del alma, así piensa Bobin. Busca el relámpago del rayo que cae, lo busca con la lluvia de la tinta sobre las páginas. La luz aletea sobre un rostro. La voz vibra. No te pierdas este viaje. Pura poesía.

La obra de Cristina Almodóvar me ha descubierto la irresistible necesidad de releer los textos de François Cheng publicados en Vacío y plenitud (1) porque es indudable que esta artista desborda los patrones codificados de la cultura visual de Occidente. El modo en el que tradicionalmente acostumbramos a mirar lo que nos rodea y analizamos las formas limita las enormes posibilidades de nuestro conocimiento y de nuestro pensamiento y, en consecuencia, en el arte predominan las visiones del paisaje y de la naturaleza estereotipadas, por eso resulta tan sugerente y atractiva una obra como la de Almodóvar, que escapa de los lenguajes preestablecidos, de la receta o del convencionalismo. Y es que esta artista rehúye todo aquello que pueda resultar duro y contundente para adentrarse en lo ligero, lo delicado y lo insólito con el propósito de ofrecernos, más que una mirada racional, un mundo donde el contraste de elementos se transforma en la clave de la sutileza que caracteriza sus propuestas. Unas obras que realiza con recursos diversos, algunos de ellos inusuales (papel, ramas, hojas de plantas, nylon, telaraña, metacrilato, hierro, acero, polillas, madera, lentejuelas, libros, colmenas, alambre….) que son los que le permiten acercarnos a nuevos mundos, a un imaginario inhabitual, que la cultura racional ha negligido, pero que la poesía siempre ha explorado. Ciertamente, Almodóvar dilata los límites de la percepción para penetrar en unos territorios que pertenecen tanto a la estética como a la reflexión, por este motivo nos invita a una experiencia atípica: a introducirnos en sus espacios, a buscar los opuestos, a apreciar las texturas y las sombras, igual que lo hizo Tanizaki (2), hasta descubrir el grado de emoción y la fuerza de unas obras aparentemente frágiles, pero potentes en su expresión y significación. Y aún siendo cierto que la artista parte de la naturaleza, en realidad a lo que se dedica es a dar forma a su propio universo.

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