Las manos y los frutos

Eugènio de Andrade
Soledad Sevilla

Imagen de la cubierta de "Las manos y los frutos"

Las manos y los frutos

Eugènio de Andrade
Soledad Sevilla

El más mínimo de los poetas, el más solar, el cantor de la blancura del Sur, aquel en el que las cosas más sencillas cobran una nueva dimensión, se iba a revelar plenamente con este libro, convirtiéndose en una de las influencias más notables de la poesía portuguesa de la segunda mitad del siglo XX.

La aparición de Las manos y los frutos en 1948 fue como un soplo de aire puro en aquellos tiempos grises de la postguerra europea. Libro de amor en el que la presencia de lo amado viene a formar parte de una naturaleza que nos ofrece la plenitud de sus frutos. La reivindicación de lo humano, el triunfo del cuerpo, frente a la abusiva poesía de carácter espiritual que primaba en aquellos momentos. No una poesía comprometida o de denuncia, sino la poesía en sí misma reclamando la belleza de las cosas. El triunfo del amor, del cuerpo, de la vida.

Información adicional

Genero: Poesía y Arte

ISBN: 978-84-09-18369-2

Editorial: La Cama Sol

Fecha de impresión: 03-2020

Número de páginas: 88

Medidas: 170 x 240 mm

Eugènio de Andrade y Soledad Sevilla

Eugénio de Andrade (1923-2005), seudónimo de José Fontinhas Neto, nació en Póvoa de Atalaia, un pequeño pueblo en Beira Baixa, Portugal. Pasó su infancia con su madre, en su pueblo natal, hasta que, continuando sus estudios, se traslado a Castelo Branco, Lisboa y Coimbra, donde residió entre 1939 y 1945. En 1947 ingresó en la Inspección Administrativa de Servicios Médico-Sociales, en Lisboa. En 1950 fue trasladado a Oporto, donde se instaló. Desde 1935 muestra su interés por la literatura, y en 1936 comienza a escribir sus primeros poemas, mostrando un profundo interés por la obra de Guerra Junqueiro, António Botto y Camilo Pessanha. Aunque no es parte de ninguno de los movimientos literarios contemporáneos portugueses, los conoció, y mostró su comprensión por sus propuestas, colaborando en las principales revistas vinculadas a ellos. La poesía de Eugénio de Andrade se caracteriza por la importancia esencial dada a la palabra, tanto en su valor imaginario como rítmico, destaca la musicalidad como uno de los aspectos más llamativos de su poética, acercándola al lirismo primitivo de la poesía gallegoportuguesa o, más recientemente, al simbolismo de Camilo Pessanha. El tema central de su poesía es la percepción del ser humano, en la tensión de su integración en un colectivo mayor, con el que armoniza o al que se enfrenta. Su primer libro, “Adolescente”, se publicó en 1942, pero es “Las manos y los frutos”, publicado en 1948, el que le da una gran visibilidad. Sus poemas, generalmente cortos, pero de gran densidad evocan la intensidad de lo físico, de lo material, de la plenitud de la vida y los sentidos. Además de poesía, fue autor de libros infantiles y traductor. Entre los autores que tradujo está García Lorca. También es uno de los poetas portugueses más traducidos. Eugénio de Andrade recibió varias distinciones a, lo largo de su vida, entre ellas, el Grado de Gran Oficial de la Orden Militar de Santiago da Espada (1982), el Premio de la Asociación Internacional de Críticos Literarios (1986), el Premio D. Diniz de la Fundación Casa Mateus (1988), el Gran Premio de Poesía de la Asociación de Escritores Portugueses (1989), la Gran Cruz de la Orden del Mérito (1989) y el Premio Camões (2001). En 2003, la obra “Os Sulcos da Sede” recibió el Premio Po Clube del Pen Clube Português.

Soledad Sevilla (Valencia, 1944) es una de las artistas más destacas de la escena española y europea, galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1993, la Medalla de Oro de Bellas Artes en 2007 y el Premio Arte y Mecenazgo de la Fundación La Caixa en 2014. Sus obras se incluyen en importantes colecciones y museos, tanto nacionales como internacionales. Soledad Sevilla, como su compatriota Joaquín Sorolla, es una pintora de la luz. Ambos nacieron en Valencia, ambos trataron en sus obras de forma magistral la luz (el primero lo hizo de manera figurativa, la segunda de manera abstracta) ambos combinando en sus obras el lirismo de los rostros o de los paisajes con la luz salvaje, bella como unos labios que se besan. Pintar la luz, domar el color, hacer que el blanco resalte sobre el mismo blanco, eso hace Soledad. No podía haber otra artista que acompañase tan bien al poeta portugués, el poeta de la luz por excelencia, de lo blanco, de la cal, que la pintora valenciana Soledad Sevilla. Ella buscó el día pero también la noche (como Andrade) en su serie “Insomnios”. Incluso aquí la noche queda iluminada. La geometría se hace lírica. Es un cuerpo, una sonrisa, un mar, que se abre, que recibe, que se expande, como lo hacen los poemas de Andrade. El espacio de ambos es así interior: escribir un poema o pintar un lienzo, es para ambos una manera de viajar hacia dentro, invitar a entrar, a empujar una puerta, a abrir una ventana, incluso en el corazón de la noche. Eso hace Soledad con sus obras. Eso hace Eugenio con sus poemas. esos hacen ambos en este libro de día y noche, luz y sombra.

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